miércoles, 11 de mayo de 2016

De Algun Lado Te Conozco

Un escalofrío subió por su cuerpo. Cuando se arrimo a la ventana, miró entretenido como la lluvia caía sobre el asfalto mientras pensaba en las cosas que podría haber dicho para q no se marcharse. Se detuvo unos minutos a pensar si hubiera servido de algo tomar tus manos, sujetarlas fuerte y pedirle que no se vaya. Luego recordó que las decisiones ya estaban tomadas. Ya no había tiempo de palabras, de caricias ni de largos ratos de discusión politica, acompañados de una copa de vino, porque eso los apasionaba. Solo quedaba un silencio ensordecedor, que se confundía con el ruido de las gotas en el techo de chapa, y un dolor que no era difícil de explicar.  Adelaida ya se había ido hace un buen tiempo, el asfalto húmedo había borrado los rastros de las sandalias que llevaba puestas, esas que se había comprado cuando viajaron juntos a Cartagena. Pensó que de  cobarde no hizo nada para detenerte a su lado un siglo más, o todos los que vengan. Había ganado el orgullo, ese orgullo que genera ceguedad, a veces mas que el amor.
 Un sábado de septiembre u octubre, por la mañana, había, acompañados a unos vecinos al mercado. Ahí se conseguía de todo y a mitad de precio,  entonces cada tanto organizaba una expedición para comprar provisiones. En uno de esos viajes al mercado, vio a un muchacho que estaba sentado en las escaleras del colectivo. Le pareció una cara familiar, pero no podía acordarse de donde se conocían. Podría ser de cualquier parte, del trabajo, de la facultad, de alguna marcha, de alguna peña; si hasta pensó que tenia cara de que le gustara el folclore. El atinó a decir -sos fulano?. -Si! contestó el fulano. -Ya me parecía. Se pusieron a hablar de ella, -es raro, pensaba, siempre aparece, siempre desde hace dos años. Todo el tiempo de alguna u otra manera, siempre está. En un momento el muchacho dijo,
 -yo pensé que lo de ustedes era para siempre.
- Nada es para siempre. contestó el fulano. Una frase armada acompañada de una sonrisa como para salir de ese paso, una frase rastrillada que le sirvió para escapar cobardemente de la situación, aunque sus ojos se pusieran brillantes, aunque su corazón aumentara el golpe del miocardio y aunque distrajera su mirada con recuerdos, sobre todo aquellos que la habían convertido en perfecta, no solo su belleza; su seguridad, sus aventuras y la brillantez de mente, eso la había convertido en la causa por la cual el esperaba que alguna vez sonara su teléfono, y del otro lado su voz pidiese que la rescatara del bullicio del mundo.
Pero recordó aquella charla donde ella le dijo que la soledad no le sentaba tan mal. Es aventurera, anda por el mundo tratando de salvarlo. Eso lo enamoró de ella, aunque no sabe si esta dispuesto a acompañarla. Ella enamora todo el tiempo, sus amigos la tienen presente, porque es así, cuando un ser es especial, deja sus rastros en cuanta alma roce. Ella anda por el mundo y ha olvidado todo, y esta bien que sea así, no tiene que martirizarse con lo qu no pudo ser, si así fuera, no tendría fuerzas para salvar al mundo.
Por el camino de regreso pensó todo el tiempo en la situación. Ya está, otro día mas que ella apareció en su vida. Nadie ha sido tan recurrente como sus recuerdos
Quizás no vuelva a verla, aunque las redes sociales la mantiene siempre cerca. Quizás no vuelva a verla, porque quizás ella no vuelva del mundo y porque él ya eligió volver a su rincón del ring.
Muchas veces sueña Cristóbal. Cierra los ojos pensando que solo era un sueño.  No quería imaginar su vida sin ella. Sale a la calle y empieza a caminar sin rumbo.. A veces no sabe a donde va ni si iba a volver. De repente en el silencio de la noche hasta siente una mano sobre el hombro, imagina los rizos oscuros por los cuales se embriaga, la tonadita que le recuerda la de chacareras que bailaron.
Se resigna y piensa que nadie muere por amor, y si acaso muriera, siempre hay posibilidades de resucitar


Ricardo Sebastián Gómez . Historias de una pasión