domingo, 1 de diciembre de 2019

ISIDRO VELZQUEZ: El segundo Robin Hood del Chaco


La historia de Robin Hood como el ladrón que roba a los ricos para ayudar a los pobres y el luchador de los derechos de los oprimidos súbditos sajones contra la tiranía normanda nos ha llegado especialmente a través de la famosa novela de Walter Scott Ivanhoe escrita en el siglo XIX. Pero no es mas que una leyenda de la que no hay documentación histórica que probara que Robin Hood, realmente haya existido. 

Pero en el Chaco, que en Quechua quiere decir: zona de caza, existieron dos bandidos rurales que tenían la característica de ese mítico personaje de la Inglaterra del Siglo XIII. Mate Cosido e Isidro Velázquez. En esta ocasión nos ocuparemos de la historia de ese correntino que migró al Chaco para trabajar como cosechero de algodón, y luego, como muchos, quedó aquerenciado por estas tierras. 


La historia oral nos dice que a consecuencia de un entredicho con la policía comenzó a recibir acoso policial. En 1952 fue denunciado por un supuesto hurto de unas rejas de arado. Una deuda impaga que los hermanos se cobraron y que originó una denuncia.
Isidro se asentó en Colonia Elisa, formó familia: mujer y cuatro hijos. Allí es recordado como buen vecino, que siempre asistía a las reuniones de la cooperadora de la escuela.
Fue por unas raterías que su hermano Claudio fue preso. Cuando salió en libertad comenzó el hostigamiento policial sobre ambos hermanos. Un estanciero denunció a Isidro de haber cortado un alambrado para cazar avestruces, eso fue motivo suficiente para que lo llevaran detenido. En la comisaría fue duramente castigado. Le endilgaban tres causas abiertas en el año 1961 por robos y hurtos; pero los vecinos y conocidos declaran que fueron causas inventadas.. Advertido de que su vida corría peligro, decidió escapar. Entonces la policía comenzó a perseguir a su familia que migraba de casa en casa para protegerse. Él optó por volver a vivir en el monte. A tal punto que pasó a la clandestinidad, viviendo en el medio del monte huyendo de la persecución policial. Fue por entonces que comenzó la leyenda.
Se le imputaron robo de comercios, bancos, secuestro de estancieros. Los Velázquez se hicieron famosos por su puntería. Isidro solía ayudar a los más necesitados: siempre repartía entre campesinos y sectores desposeídos el fruto de sus actividades. “Roba a los ricos, paga a los pobres, así la gente lo ocultará”, como dice la letra del chamamé que lo recuerda.  Estas actitudes lo llevaron a ganar el aprecio de los más humildes que muchas veces pagaron cara tanta lealtad cuando la policía aplicó mecanismos no permitidos en buscando a Isidro. Por la misma razón los carteles de “buscado vivo o muerto” que se colocaban mostrando la única foto de Isidro que existía, a poco de haber sido pegados, aparecían con leyendas que reivindicaban al prófugo. Su nombre llegó a ser conocido en todos los rincones del norte chaqueño hasta Paraguay. Inclusive medios nacionales daban cuenta de la existencia de Velázquez y Gauna

Fue entre 1961 y 1967 que se realizaron continuos operativos policiales para dar con Isidro Velázquez. Según relata Hugo Chumbita, “Isidro se había relacionado con un cartero de Machagai, Ruperto Aguilar, y a través de él con otro empleado de correo, Alberto Cejas. Éste y su esposa Laura Marianovich, preceptora del colegio secundario, lo llevaron en su automóvil Fiat 1500 algunas veces y él les pagaba por sus servicios. La policía había marcado la numeración del dinero del rescate de los últimos secuestros, lo cual permitió descubrir a Aguilar y obligarlo a colaborar. En ausencia de Cejas, indujeron también a su esposa a tender una trampa a los bandidos. Éstos se escondían en el campo, por Quitilipi, cerca de una reserva toba de la que recibían ayuda. Todo se preparó para el 1 de diciembre de 1967. Al caer la noche, decenas de hombres armados esperaban bajo un pequeño puente de la ruta provincial 9 el paso del automóvil”.
Cuando llegaron al paraje acordado, la mujer que conducía el Fiat 1500 bajó pretextando un desperfecto. Fue ahí cuando se desató la lluvia de balas –literalmente- sobre el automóvil. Gauna murió acribillado adentro del automóvil, pero Isidro ofreció resistencia con su Winchester. Se tiró del auto y se abrió camino a tiros casi trescientos metros en dirección al monte en medio de la oscuridad. La policía iluminó el lugar con los faros de sus autos. Ahí lo vieron, con su carabina, herido en una pierna y en un hombro y a punto de alcanzar la arboleda, aún así disparó contra el agente Medina alcanzándolo. En ese último instante fatal, pegó el grito de guerra de los guaraníes, y fue su último Sapucai. Las balas de la policía terminaron con su vida. Tenía 41 años.
El árbol bajo el que lo matan se constituyó en sitio de peregrinación de los que quedaban desprotegidos de su mano. Era plena dictadura de Onganía y con la vigencia de la Doctrina de la Seguridad nacional siempre fieles al poder hegemónico del imperialismo, cumplía en arrancar de raíz todo indicio de defensa de intereses nacionales.
Isidro Velázquez no era solo un bandido rural, y no era simplemente un bandido rural. Velázquez es el ícono de la lucha contra la injusticia. Según viejos militantes de la Resistencia Peronista aseguran que Vicente Gauna y, por su intermedio, Isidro Velázquez, habrían entrado en contacto con las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) a través de Carlos Caride (luego en Montoneros, y que cayó abatido en la década de l970). Al parecer el contacto se habría realizado para obtener armas –desde Paraguay- para la organización guerrillera. Quizás eso explica un poco mejor la saña con la que dispararon sobre ese fiat 1500, aquel 1| de diciembre de 1967, en Pampa Bandera, Machagay. 
Al menos 500 tiros impactaron en el auto en el que
 Isidro Velázquez y Vicente Gauna fueron
llevados hasta su muerte

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